Foto de Maleonn
Este final me deja un mal sabor de boca, un dolor en la nuca
insoportable. De pronto a mi lado se escuchan gritos, pero no llego a entender
lo que quieren decir, es una pelea, una discusión. Se oyen botellas contra el
piso, golpes secos contra el pavimento. Los gritos provienen de una mujer que
pide paren de golpear a un chico. Paso a su lado, ella me mira, me pide ayuda, la
miro, a pesar de estar a unos centímetros no escucho nada, todo está en mute,
yo lo quiero así. La miro con mucha seguridad, sonrío y sigo mi camino. ¿Por
qué he de ayudarla?, ¿ella lo haría por mí?, ¿me ganaría el paraíso si
intervengo en un problema que no es mío?, creo que lo único que recibiría sería
una paliza gratuita. No soy un superhéroe, ni un ciudadano modelo. No sé
realmente quien soy. Levanto la mirada, cansado y metiendo las manos a mi
bolsillo verifico que aún tengo un paquete que puede aliviar este mal momento.
Veo un grupo de mujeres con pantalones apretados, maquillaje
exagerado y peinados a punto de colapsar. Todas ellas con una risa fingida
celebrando alguna estupidez de ese hombre gordo que las acompaña, envuelto en
cuero y oro a punto de abrir la puerta de una camioneta que parece un tanque.
Más allá distingo gente corriendo, son unos chicos que van de un
lado a otro mostrando esas ganas de comerse al mundo, de embutírselo todo de un
solo bocado. Exponen llenos de orgullo los efectos que las drogas sintéticas
causan en sus comportamientos. Los hacen torpes, inútiles, parásitos de esta
sociedad sumergida en su propia mierda.
Veo las calles, reconozco algunas. Una fila de casas antiguas que
seguramente pertenecieron a alguna familia acaudalada que lo perdió todo por
culpa de los sueños de opio de un dictador. Ahora se han convertido en bares y
discotecas, en fumaderos de pasta y en espacios para comprar coca. Es difícil
creer que antes esta ciudad era una ciudad de ensueño, llena de cultura y
esperanza. Algunas de las construcciones están a punto de colapsar, parece que
estuvieran preparadas para el fin, como si lo desearan, esperándolo con mucho
anhelo, como lo hago yo. Sus ventanas abiertas son como ojos tristes que buscan
en la inmensidad de la noche un milagro que acabe con su dolor. Un golpe
certero en el corazón que le ponga fin a su agonía, a su condena. Quieren dejar
de estar ahí, de ser parte del elenco de una pésima comedia.