sábado, 13 de octubre de 2012

5 minutos antes de despertar


Foto de Musin Yohan

Intro de la razón (3er Capítulo)

Me tambaleo un poco, es normal. Paso mi lengua acartonada por mis labios intentado humedecerlos, aprieto mis dientes hasta que rechinan. Observo a la  gente pasar con la  hipocresía sobre la piel. Esta ciudad se ha convertido en eso, en una ciudad de hipócritas, en el circo de las mentiras, un lugar en donde todos sonríen, pero al menor descuido apuñalan sin piedad, a matar, no hay prisioneros en esta guerra, es el más fuerte él quien triunfa o el más pendejo. 

Un triunfador es todo lo contrario a mí. Un triunfador tiene dinero, tiene un buen carro, una gran casa, la mejor ropa, un poco de estilo y tiene que ser lo "necesariamente inteligente" para acostarse con mujeres que no los son y que tienen las tetas y el culo bien puestos. En cambio, me sumerjo en la miseria de tener poco y no alcanzar nada más. Tengo un auto que da pena, un departamento que parece un muladar decorado con los restos de mi juerga. Tengo una novia que está conmigo por lástima o porque piensa que recibiré la herencia de mis padres lo cual es totalmente falso, pero es la única forma de tenerla a mi lado y seguir sintiendo ese abrazo interesado todas las noches de lunes a viernes.


Soy de aquellos a los que la publicidad afecta más, lo deseo todo y al saber que no puedo tenerlo lo deseo aún más. Me comporto como un perrito frente a los anuncios, los leo, los miro, los huelo, los asimilo, los digiero y no los expulso. Sus mensajes quedan grabados en mi mente. Me persiguen en sueños y me obligan a desearlos. Quiero sacarlos de mi cabeza, quiero dejar de una vez desear y desear, eso me hace mal, me deprime me tumba en la cama y en las noches me lleva a cualquier bar en donde puedo apagar ese incendio, un lugar en donde puedo contarle mi pena a un desconocido que quizás está en peores condiciones. Es una pena que no puedo matar la pena de ser yo.

Sin embargo, hay algo en mí que sigue latiendo, quizás unas gotas de esperanza, pero si las cosas y esta ciudad siguen así, sabré por fin que ni eso me queda.

El hombre involuciona porque Dios creó el perdón.